El hambre emocional es un trastorno alimentario que nos provoca comer al confundir los sentimientos con el hambre sin ser conscientes de ello.
Se caracteriza por sentir una gran necesidad por comer, de forma impulsiva y descontrolada. Normalmente en estas circunstancias no se tiene apetito real, pero se utiliza como anestésico de lo que sentimos. Creemos que es una forma de gestionar las emociones negativas.
Algunas de las emociones que nos llevan a comer frecuentemente son el aburrimiento, la soledad, la ansiedad, la ira, el estrés, el enfado, la depresión o la baja autoestima.
Se genera una necesidad de comer, aunque no se tenga hambre fisiológica. Es decir, se quiere alimentar el cuerpo para estar mejor. También es común tener un sentimiento de culpa cuando el estado de ánimo no mejora después del atracón. Por lo tanto, al no resolverse, surge una sensación de decepción, tristeza y frustración.
Este tipo de hambre es frecuente en personas autoexigentes que han probado muchas dietas y las han fracasado. Por otro lado, una mala rutina también puede aumentar el atracón emocional.
Para poder reducir o eliminar el hambre emocional es importante que puedas identificar las causas de tu conducta, cuales son las cosas que te provocan el hambre emocional. Por lo regular la principal causa del hambre emocional se debe a tener sentimientos desagradables, pero en algunas ocasiones puede deberse a emociones
positivas, como premiarse o lograr un objetivo o celebrar un día festivo o un evento feliz.
Algunas de las causas más comunes de alimentación emocional incluyen:
Manejar las emociones: comer puede ser una forma de silenciar temporalmente o "sofocar" las emociones incómodas, como la ira, el miedo, la tristeza, la ansiedad, la soledad, el resentimiento y la vergüenza. Mientras te adormeces con la comida, puedes evitar las emociones difíciles que preferirías no sentir, es como una forma de ignorar tus emociones o tener miedo de sentir y afrontar esa emoción.
Aburrimiento o sentimientos de vacío: Yo creo que esta es una de las razones más comunes del comer emocional. Cuando estamos aburridos o estamos haciendo una tarea repetitiva es más probable que comas como forma de distracción y de hecho lo que más se te antoja es comida alta en calorías. En cambio, cuando te sientes insatisfecho y vacío, la comida es una forma de ocupar tu boca y tu tiempo. En el momento, te puede llenar y te distrae de los sentimientos subyacentes de falta de propósito e insatisfacción con tu vida.
Hábitos desarrollados desde la infancia: Muchos padres recurren a la comida para premiar o castigar y es así como muchas personas desarrollan este vínculo entre la comida y el manejo de ciertos comportamientos o emociones. Asimismo, muchas veces puedes comer por nostalgia o para recordar algún momento en tu infancia o en tu vida.
Influencias sociales: reunirse con otras personas para una comida es una excelente manera de aliviar el estrés, pero también puede llevar a comer en exceso. Es fácil excederse simplemente porque la comida está ahí o porque todos los demás están comiendo o porque estás distraído. También puedes comer en exceso en situaciones sociales por nerviosismo. O tal vez tu familia o círculo de amigos te alienten a comer en exceso, y es más fácil estar de acuerdo con el grupo.
Estrés: Cuando el estrés es crónico, como ocurre a menudo en nuestro mundo caótico y acelerado, tu cuerpo produce altos niveles de cortisol, la hormona del estrés. El cortisol provoca antojos de alimentos salados, dulces y fritos, alimentos que te brindan una explosión de energía y placer. Mientras más estrés descontrolado haya en tu vida, más probabilidades tendrás de recurrir a la comida para obtener alivio emocional.
El “hambre emocional” se superpone al “hambre física” hasta el punto de perder la capacidad de percibir las sen?ales reales de hambre , de saciedad, de satisfacción, etc...
El objetivo debe centrarse en cambiar el vínculo que existe con la comida e indagar en las causas de ese “presunto” comer emocional para identificarlas y aprender a controlarlas. Así no sucumbir a la ingesta por vacío emocional.
El estado de ánimo influye en todas las áreas de nuestra vida, en la forma de alimentarnos también. Para discernir qué vacío queremos llenar con la comida, qué emociones hay subyacentes, nos puede ayudar hacernos las siguientes preguntas:
Antes de comer
•¿Por qué voy a comer?
•¿Por hambre, ansiedad, aburrimiento?
•¿He tenido algún disgusto y no quiero pensar en ello ahora?
•¿Me siento solo o sola y no sé qué hacer?
•¿Qué he estado pensado y he sentido antes de comer?
Durante la comida
•¿Cómo estoy comiendo?
•¿Lo disfruto?
•¿Me tomo mi tiempo, o lo hago de forma precipitada e impulsiva?
•¿Qué pienso y siento mientras como?
Después de la comida
•¿Hay conformidad, satisfacción, disgusto, o nerviosismo?
•¿Me culpo, me juzgo?
•¿Qué pienso y siento después de comer?
•¿Qué mensajes me proporciono?
Si queremos comer bien, debemos entrenar a nuestro cerebro para escoger las opciones adecuadas y eso requiere constancia y tiempo.
Supone también comprender que tan importante es el qué comemos, como el cómo y cuándo lo hacemos.
Tener un mayor autoconocimiento de los procesos psicológicos, emocionales y conductuales que afectan a nuestra manera de comer nos ayudará a implementar y cultivar unos hábitos alimentarios más saludables.
Lo primero que hay que hacer es desterrar la idea de comer como una lucha, una batalla, a ver quién puede: si la comida y los kilos, o nosotros. Debemos fomentar una relación más amorosa con la comida, que, con el tiempo, acabará siendo con nosotros mismos. Dejar de castigarnos, juzgarnos… Las dietas milagro y las conductas de
restricción solo nos minan psicológica y metabólicamente. Hay que parar de una vez de fustigarnos con las privaciones.
El mindfulness y la meditación pueden ser buenos aliados para indagar en nuestras respuestas, para aprender a sentirnos plenos y en calma con el momento presente.
Y no quiero dejar de mencionar el poder de la visualización y la imaginación en el control del peso. Ya el Nobel espan? ol Santiago Ramón y Cajal sostenía la importancia de la práctica mental para mejorar la capacidad motora.
En la Psicoterapia se usa la imaginación y la visualización para tratar problemas como el estrés, la ansiedad o las fobias. El uso de la visualización y la imaginación, como acompan? amiento de todo lo que hemos comentado hasta ahora, puede ayudarnos en la formación de nuevas conexiones en el cerebro, y romper la pasividad para ponernos en marcha y cambiar.